Sátira sine qua non, del amor del hombre hacia la mujer

Los cuentos de amor eran llenados por la fina labia de Roberto, que la había aprendido a muy temprana edad de su adolescencia, pero que nunca le había dado resultado con ninguna mujer.

Con su compañera de paso era distinto. Estaba inmutada, observando el paraiso que Roberto le había preparado, cuentos de bellas durmientes que habían sido asesinadas injustamente por culpa de sus bellezas y eran rescatadas de sus letargos moribundos por sus principes azules.

Aprovechando la ocasión, Roberto se quitó el título de virgen que tanto le pesaba a sus veinticinco años de edad, besándola con mucho cariño y tocándola en los lugares que tanto había estudiado en los libros de sexo. Pese a que aquel momento fue especial, ella se sintió traicionada y nuevamente caida en el hueco de la mentira, creada por los intereses sexuales de los hombres. Por un momento se creyó una bella durmiente y que él era su príncipe azul.

Roberto quería repetir aquella experiencia muchas veces, pero tenía en juego su carrera de médico forense, alguien podía entrar y encontrarlo en su momento mágico. Así que guardó a la mujer en su bolsa negra, viendo que sus ojos estaban blancos y llenos del placer negado, para que durmiera tranquila y siguiera creyendo en príncipes azules.